jueves, 28 de febrero de 2008
CRONICAS DESDE ASIA
CRONICAS DESDE ASIA
MÒNICA BERNABÉ
Kabul.- Llevo dos semanas viajando por el norte de Afganistán, primero por la provincia de Herat y luego por la de Balkh, viendo desgracia tras desgracia, y he llegado a la conclusión que las afganas y los afganos no son humanos. Y no porque los considere unos primitivos e incivilizados (de hecho, no conozco pueblo tan hospitalario) sino porque, de lo contrario, es imposible que puedan aguantar lo que aguantan.
La semana pasada me encontré en el hospital de Herat a un ejército de mutilados. Todos eran adolescentes que, tras pasar una noche al raso cuidando el ganado, los pies se les había congelado por el frío. Los médicos no pudieron hacer nada, más allá que cortar por lo sano. Y en el hospital se sucedían, cama tras cama, noventa jóvenes con los pies vendados. Algunos sin ningún dedo. Otros sin el pie entero.
La maternidad del hospital de Herat es una fábrica de parir. Las mujeres tienen que abandonar el hospital al cabo de media hora de haber dado a luz porque no hay suficientes camas. La semana pasada el número de parturientas que esperaban su turno era larga. En Afganistán la tasa de natalidad es de seis criaturas por mujer y las que pueden parir en el hospital se pueden considerar unas privilegiadas. La mayoría lo hace en casa, sin ningún tipo de asistencia sanitaria.
En los campos de refugiados de Herat –donde viven centenares de familias que en el pasado huyeron de la guerra o que ahora han regresado de Irán- hay criaturas que comen tierra, porque no tienen otra cosa que meterse en la boca. La dieta de las familias más pudientes consiste en pan, arroz y té.
Nada más.
Ayer visité la cárcel de hombres de Mazar-e-Sharif, en la provincia de Balkh, y la situación es aún más tremenda. Hasta 35 hombres se hacinaban, unos encima de otros, en única celda de tres metros de ancho y diez de largo. En total en el centro penitenciario hay 300 reclusos, y dos retretes y dos duchas para todos.
Hoy en Mazar-e-Sharif ha llovido, las temperaturas han bajado en picado y la ciudad, sin asfaltar en su mayoría, se ha convertido en un barrizal. Y de nuevo hombres, mujeres, niñas y niños caminaban por las calles con chancletas y zapatos de goma, y muchos sin calcetines, a pesar del frío intenso, de cinco grados bajo cero.
Algunos analistas internacionales afirman vehementemente que la población afgana es fiera y guerrera, y que por eso venció a los británicos cuando intentaron invadirlos a final del siglo XIX, a los soviéticos en los años ochenta, y ahora las tropas norteamericanas tienen problemas. Yo, sin embargo, diría que la población afgana es admirablemente resistente hasta el punto que no parecen que sean de carne y hueso.
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