domingo, 8 de junio de 2008

18 balazos para el rey de la basura!


Roma .-Michele Orsi, de 47 años, copropietario de la empresa de recogida de basuras Eco4, sabía demasiado. Vivía en Casal di Príncipe, un pueblo de 20.000 habitantes situado

“Siempre estamos en los extremos de la convivencia, pareciera ser que nadie conoce los términos medios de socialización” (Abel Desestress)

SABIA DEMASIADO.....

- La Camorra se resiste a tiros a ceder el negocio de los residuos en Nápoles

MIGUEL MORA

Roma .-Michele Orsi, de 47 años, copropietario de la empresa de recogida de basuras Eco4, sabía demasiado. Vivía en Casal di Príncipe, un pueblo de 20.000 habitantes situado en la provincia de Caserta, cerca de Nápoles, el feudo de la banda camorrista más poderosa, la de los Casalesi, cuyo capo es Francesco Schiavone, Sandokán. Orsi iba a testificar el jueves ante el juez sobre los lazos que unen a políticos, empresarios, camorristas y funcionarios en torno al negocio de la basura en Campania. Sorprendentemente, el domingo le dio por pasear. No tenía escolta. Dos pistoleros se cruzaron en su camino y le pegaron 18 tiros.

Le alcanzaron tres, dos en el pecho y uno en la cabeza, y Orsi se convirtió en el cuarto testigo asesinado en el último mes.

Siete días después, los carabineros siguen sin pistas. Como manda el guión de los asesinatos mafiosos, nadie en Casal di Principe vio ni oyó nada. Omertà absoluta.

Su muerte ha dado un giro siniestro a la crisis de la basura en Nápoles. Caserta es la zona más afectada por la emergencia que vive la región de Campania desde 1994. Además, es la ciudad natal de Roberto Saviano, el autor de Gomorra, el libro-reportaje que ha dado a conocer al mundo cómo funciona El Sistema.

Saviano, que vive bajo escolta permanente a causa de las amenazas de muerte, explicó tras el asesinato de Orsi que éste “era un empresario líder del sector de la basura que hizo millones de euros con los clanes camorristas”. Su abogado, en cambio, definió al dueño de Eco4 como “una víctima que había pagado durante años 15.000 euros mensuales a la Camorra”.

La razón del impuesto es que Orsi había conseguido en los últimos años los contratos para eliminar la basura en 18 lugares distintos de la región. “Él y su hermano Sergio se ocupaban de la basura de 150.000 personas”, dice Maurizio Braucci, escritor napolitano y coguionista de Gomorra. “Tenían contactos con políticos, con los colaboradores del comisario especial que gestiona la emergencia de las basuras y con la Camorra. Era una de las personas clave en la diabólica red de corrupción y clientelismo que se esconde tras la emergencia de las basuras en Nápoles”.

Franco Roberti, jefe fiscal antimafia, lamentó tanto como la familia del difunto la muerte de Orsi. “Hemos perdido una formidable ocasión de golpear a los clanes”, dijo, “había decidido hablar y denunciar las relaciones entre políticos y capos. Sus palabras habrían enfadado a mucha gente. Había muchos interesados en quitarlo de en medio”.

El fiscal Roberti se quejó de que el Estado no sea capaz de proteger a los testigos antimafia de una manera eficaz. “La única forma es sacarlos del territorio controlado por la Camorra, y Orsi no pidió ser incluido en el programa que habría permitido hacerlo”, explicó. El abogado reveló que, de todos modos, Orsi estaba muy asustado. “Venía a mi oficina cada día porque era el único sitio donde estaba seguro”.

Parece raro que Orsi no solicitara protección. Había sido detenido en abril de 2007 en el ámbito de una gran investigación anti-Camorra, había empezado a cantar y había recibido amenazas de muerte dos meses antes de ser asesinado. Pero, según Interior, estaba todavía en el limbo de los declarantes, que no pueden acogerse al plan de protección previsto para los arrepentidos. El secretario de Estado de Interior, Alfredo Mantovano, señaló que Orsi “nunca había sido calificado como colaborador de la justicia”.

Era una crítica directa a los magistrados, y un síntoma más de que la madeja de Nápoles no se explica sin un gran número de matices y de intereses cruzados. Lo que tiene el aspecto de ser una guerra entre el Estado y la Camorra, como sería lógico en un país normal, esconde otras guerras más antiguas y soterradas. Y bastante más sucias.

“La clave es entender que la batalla principal es un enorme negocio”, explica Braucci. “El problema que se juega hoy nació hace 15 años, en 1994, cuando el Gobierno decidió que la emergencia de la basura en Campania fuera gestionada por un comisario especial nombrado por Roma y no por la región directamente”.

Esa decisión originó, explica Braucci, la creación de un “gran número de entes, entidades, empresas y consorcios, privados y públicos, que dependían del comisario. Esa inmensa red significaba contratos de trabajo, éstos significaban clientelismo y votos a los partidos, y eso a su vez significaba corrupción”.

Así nació una inmensa red de intercambio de favores que dura todavía. Y se consolidó un sistema de emergencia en la gestión de los residuos, lo que implica que en Campania, desde hace 15 años, se eliminan las basuras sin cumplir “ni las normas italianas ni las europeas”, afirma Braucci. “Los jueces, con errores y buena voluntad, intentaron parar los abusos ecológicos pero los políticos lo impidieron. El negocio era tan grande que dejó de ser regional y se convirtió en nacional”, sigue el escritor.

Impregilo, la más grande sociedad financiera de Italia, con sede en Milán, tuvo entre 2000 y 2005 el contrato exclusivo para eliminar los residuos de la región. “Todo el ciclo de basuras estaba en manos de su empresa FIBE”, recuerda Braucci. El resultado de la gestión fue el caos y un juicio por delito ecológico. “El comisario de 2000 a 2005, Antonio Bassolino, hoy presidente regional, fue procesado con un hijo y un sobrino de Romitti, el dueño de Impregilo. Los jueces les confiscaron 750 millones que ahora les han devuelto”. Durante años, las basuras urbanas fueron depositadas en los mismos basureros y vertederos utilizados por la Camorra para enterrar residuos tóxicos. La conexión Camorra-basura peligrosa venía de lejos, y se cruzó en una madeja diabólica con la emergencia de la basura urbana. En los años ochenta, la mafia napolitana había descubierto el gran negocio: ofrecer a las empresas del norte del país ocuparse de sus residuos tóxicos llevándolos al sur. “Ahí se produjo el cortocircuito. La Camorra empezó a descargar veneno en vertederos normales, y se cruzaron los caminos de los partidos, la ecomafia, el Estado y las empresas. Los ciudadanos empezaron a protestar y salió todo a la luz”.

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